miércoles, 7 de octubre de 2020

AHORA

 Es como estar en un tanatorio cada día. Con el estómago en otra parte.

Te asombras y lamentas, desolas y retuerces. El dolor es una honda expansiva que abarca todo.

A duras penas te arrastras entre las necesidades básicas diarias, y luego, lloras.

Vagabundeas, porque el dolor solo te deja una inercia, como un sopor maldito que no te mata.

Y ahí está la gente, los amigos, como la cafetería y sus cervezas, sus charlas y relatos, más allá de la vida y más allá de la muerte.

Y la gente pasa y se acerca o no, y lo tienes todo claro y a la vez no entiendes; y algo de alcohol hace todo lo extraño más aceptable.

Cas podrías brindar. No dormir ni comer.


Así pasaremos días, cuándo todos se hayan ido, esperando ver florecer un mausoleo.

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